El contacto piel con piel con nuestro bebé es una práctica que ha demostrado tener numerosos beneficios, especialmente en el contexto de la lactancia. Esta forma de contacto íntimo no solo fortalece el vínculo emocional entre ambos, sino que también promueve el éxito y la duración de la lactancia materna.
El contacto piel con piel con nuestro bebé inmediatamente después del nacimiento, conocido como «hora dorada», estimula la liberación de hormonas como la oxitocina, cruciales en la producción de leche materna. Esta proximidad física y el calor corporal de nuestro bebé ayudan a desencadenar la respuesta hormonal necesaria para iniciar y mantener la producción de leche.
Por otra parte, el contacto piel con piel promueve un fuerte vínculo emocional con nuestro bebé. La sensación de calor, seguridad y amor que experimenta nuestro hijo o hija al estar cerca de nosotras facilita el establecimiento de una relación de confianza y apego.
Nuestro calor corporal ayuda a regular la temperatura de nuestro bebé, especialmente en los primeros días después del nacimiento, cuando su capacidad para regular su propia temperatura es limitada. Esto es beneficioso para los bebés prematuros o los nacidos con bajo peso, ya que ayuda a prevenir la hipotermia y promueve un aumento de peso saludable.
Tiene también un efecto tranquilizador tanto en la madre como en el bebé. La liberación de hormonas como la oxitocina y la endorfina promueven una sensación de calma y bienestar en ambos, lo que ayuda a reducir el estrés y la ansiedad en nosotras y en nuestro bebé.
Para lograr una lactancia óptima piel con piel es necesario que tanto nosotras como nuestro bebé estemos en una posición cómoda, así la experiencia fluirá con mayor facilidad. Para esto nos podemos ayudar con un cojín de lactancia que mejora la postura y evita que nuestros brazos se cansen.
