Si eres como yo, sientes nervios y estrés con el solo hecho de pensar en usar una copa menstrual. Lógicamente, es mucho más conveniente y hace sentido, pero a veces dar el paso y empezar a usar la copita puede ser difícil. Lo más probable es que sea por desinformación y preocupaciones que solo existen en tu cabeza. Quizás mi experiencia pueda ayudarte a decidir realizar este cambio en tu higiene.
La copita
Primero que todo, debes saber qué es y cómo se usa esta opción higiénica para nuestros días de menstruación de la que todos están hablando. La copa menstrual es una copa de silicona de grado médico, hipoalergénico, libre de látex y BPA, que recoge el flujo menstrual en vez de absorberlo.
Se posiciona como una alternativa segura, ecológica y económica a los tampones y toallitas higiénicas, ya que está hecha de materiales seguros para tu cuerpo, es reutilizable (puede durar por muchos años) y, por lo tanto, es mucho más barato.
Se introduce en la vagina, en el principio del canal. Su material y forma hacen que sea fácil doblarla para que facilite la inserción. Una vez adentro, la copita recoge el flujo que va cayendo. Luego de 6-8 horas debes retirar la copa de la vagina, tirando del palito de la copa con tus dedos, y después botar los desechos menstruales. Lávela y vuelve a introducirla, ¡así de simple!
Mi primer uso
Antes de decidirme a empezar a usar la copita, preguntaba muy curiosa a mis amigas acerca de ella. Quería saber detalles de cómo funcionaba, si era fácil introducirla, si no se rebalsaba o perdía en el canal vaginal, entre otras dudas. Me daba nervios el solo hecho de escuchar o pensar en usarla.
Hasta que me cansé de usar toallitas y de comprar tampones. Los desechos eran muchos cada mes, y los costos también. Empecé a considerar más seriamente el “cambiarme a la copita”: leí harto sobre ella, pregunté a gente que la estaba usando, y comencé a relajarme. Me mentalicé a que nada malo podría suceder y que debía confiar en mi cuerpo. Entender y explorar mi vagina fue esencial para estar tranquila con la decisión.
Aprovechando esta racha de seguridad en mí, me compré la copita Perigenic. Venía una talla S y una talla L. Según las indicaciones, la apropiada para mí era la S. La guardé en el cajón esperando mi próximo período, sin presionarme. Ya había superado un gran paso: la compré y la tenía en mi baño.
Días después, comencé a menstruar. Hay algunas afirmaciones que ayudaron a armarme de valentía y decidir usarla en el segundo día del ciclo menstrual:
- La vagina no es infinita, la copita no puede perderse: creo que era mi principal miedo, pero es cosa de conocer el cuerpo humano para entender que no se puede ir a ningún lado. Si la copita se sube más de lo ideal, estará al alcance de tu mano igualmente.
- Si te relajas, no hay dolor: a veces tienes que introducir tu mano para buscar tu copita (si te la pones bien no es necesario, pues estará al principio del canal vaginal), esto no debe estresarte o parecerte difícil. Tienes que calmarte, respirar y en cada exhalación los músculos de la vagina se irán relajando, lo que dejará que tu mano se mueva y agarre la copita sin ninguna dificultad y dolor.
- Ejercicios Kegel: otra cosa que aprendí y que me ayudó fue realizar contracciones de los músculos vaginales, lo que puede ayudarte a expulsar la copita fácilmente.
Concentrada en manejar mis nervios y respirando profundo, intenté introducirme la copita por primera vez. Usé un doblez recomendado en la caja, y empecé a meterla en la vagina. Mi sonrisa se agrandó al darme cuenta que sin haberlo sentido ni pensado mucho, la copita ya estaba adentro.
Ya había leído todas las instrucciones por lo que sabía qué hacer: se recomienda introducir la copita hasta que el palito inferior quede en la apertura de la vagina, entremedio de los labios. También hay una técnica para corroborar que se abrió completamente (importante para que se selle con las paredes vaginales y así no hayan fugas). Se debe girar levemente y luego tirar de manera suave hacia abajo, para comprobar que está firme.
¡Listo! Mi felicidad era mucha, sobre todo por sentir que había superado un miedo y por querer y confiar en mi cuerpo una vez más. Pocas horas más tarde (mi ansiedad me estaba matando) quise sacármela. Como era primera vez, quería saber que todo estaba bien y me intrigaba el proceso.
Volví a mi estado mental relajado y segura de lo que estaba haciendo. Me puse en la posición recomendada (una pierna encima del excusado) y sin miedo, empecé a buscar la copita con mi mano. Para mi sorpresa, no se encontraba tan abajo como la había dejado, pero sin ponerme nerviosa introduje un poco más mis dedos hasta que encontré el palito de la copa.
Realicé un par de contracciones vaginales (Kegel) para ayudar a ir bajando la copa hacia el exterior. Fue muy útil. Cuando ya estaba a punto de sacarla, le quité el vacío y la retiré por completo, con cuidado para que no se caiga el contenido.
Una vez con la copa en mis manos, me sentí absolutamente realizada y enseguida me enamoré de ella. Es tan fácil como botar la sangre menstrual, enjuagar e introducirla nuevamente. La próxima vez fue aún mejor porque ya aprendí a que se quedará abajo y no subiera, por lo que era más fácil para retirar.
Realmente la recomiendo 100%, porque aparte de lo conveniente, ecológica y segura, me pareció interesante aprender a conocer mi cuerpo y flujo.