La dermatitis atópica es un trastorno inflamatorio crónico de la piel que se manifiesta en inflamación de la piel. Afecta a niños con predisposición genética y puede afectar en la vida diaria. Si crees que tu hijo puede tener esta alteración, debes acudir a un médico.
Qué es y cómo se manifiesta
La dermatitis atópica (o eczema) es una enfermedad crónica a la piel que puede afectar a niños que tienen una piel sensible. Puede comenzar incluso desde los 2 a 6 meses y durar algunos años o toda su vida, variando en gravedad dependiendo del clima o la estación del año.
Es una alteración de la barrera cutánea que se manifiesta en brotes de inflamación de la piel de forma recurrente. La piel toma una textura áspera, seca y puede producir picor. En las épocas de empeoramiento aparecen áreas de inflamación muy visibles, enrojecidas e incremento del picor.
Las áreas de afectación varían con la edad del niño: en bebés suele afectar en sus mejillas, cuello, codos, cuero cabelludo y rodillas. Desde los dos años suelen ser más frecuentes en zonas de flexión y en el tronco. Si la dermatitis aparece cuando el niño es muy pequeño, las manifestaciones suelen mejorar y hasta desaparecer durante la infancia. En los adultos, quienes están afectados en menor medida que los infantes, se ven irritaciones en cara y cuerpo.
Los niños diagnosticados con dermatitis atópica tienen mayores probabilidades de padecer infecciones de la piel por bacterias, virus u hongos. Si los síntomas son muy graves y es difícil controlar la enfermedad, puede afectar a la vida diaria de los niños y sus familias, ya que incluye molestias como picor, problemas con la ropa, actividad física, sueño, lesiones visibles y un tratamiento que puede ser incómodo.
Debes acudir a un especialista si tu hijo presenta estos síntomas y crees que podría tratarse de una dermatitis. En niños pequeños es importante descartar alergia a ciertos alimentos.
Causas y factores que influyen en su aparición
Este trastorno inflamatorio de la piel suele aparecer en niños con predisposición genética y con antecedentes familiares de alergias alimentarias, asma o rinoconjuntivitis. Es muy común: afecta a casi un 20% de los niños.
Este tipo de eczema suele comenzar en los primeros cinco años de vida y raramente está presente desde el nacimiento. Se puede reconocer por una erupción con marcas de rascado, sequedad y descamación de la piel. Puede diferir mucho entre una persona y otra.
Aparte del gran componente genético, hay algunos factores que pueden gatillar la enfermedad y sus síntomas:
- Contaminación ambiental (smog).
- Higiene excesiva (uso de jabones).
- Dureza del agua.
- Temperatura y grado de humedad del ambiente (frío y sequedad ambiental).
- Sistema inmunitario que no está completamente desarrollado.
La dermatitis atópica no es contagiosa.
Tratamiento
La piel atópica es un trastorno que no se puede prevenir debido a que, como mencionamos, se produce por una predisposición genética. Lo más frecuente es que el niño se cure antes de llegar a la pubertad. Sin embargo, hay algunas recomendaciones que pueden ayudar a disminuir los síntomas. El tratamiento se basa en controlar los factores ambientales que pueden motivar la expresión de la enfermedad y en cuidados generales de la piel.
Algunos hábitos que mejoran y reducen las manifestaciones atópicas son:
- En general, un clima soleado y húmedo ayuda a disminuir la inflamación de la piel atópica. Se recomienda mantener una temperatura en casa de 20-22 grados, pues temperaturas extremas pueden aumentar la irritación y picor.
- Tomar baños o ducha diaria (breves) pueden ayudar a disminuir el picor y limpiar la piel del niño. Luego del baño, secar la piel sin frotar (tampoco usar esponjas durante el baño, mejor utilizar toallitas húmedas) y luego aplicar una crema hidratante.
- Se recomienda utilizar jabones de pH ácido o no usar jabón, si no, aceites de baño infantiles o solo agua. Mantener una higiene rigurosa.
- Mantener una vida tranquila sin situaciones de estrés y con actividad física constante ayuda a minimizar los brotes de dermatitis atópica.
- No usar ropa ajustada, y que sea de algodón para permitir la transpiración. Lavar la ropa con detergentes suaves. Puede ayudar cortar las etiquetas de la ropa para que no irrite la piel por fricción.
- Tratamiento farmacológico indicado por un especialista. Los más típicos son los corticoides para tratar los brotes y disminuir la inflamación de la piel.
- La presencia de ácaros en el polvo doméstico puede empeorar la piel del niño, por lo que su habitación debe ser ventilada a diario. Si muestra signos de empeoramiento al estar con algún animal doméstico, mejor evitar que estén dentro de la casa.
- Mantener cortas las uñas de los dedos para evitar lesiones al rascarse.
- Llevar una dieta equilibrada evitando productos como frutos secos o lácteos en exceso.