La obesidad y sobrepeso infantil son graves problemas a nivel mundial: según la OMS, afecta a más de 32 millones de lactantes y niños pequeños (0-5 años), y la cifra va en aumento. Los padres y cuidadores pueden ayudar a los niños a mantener un peso saludable y ayudarlos a desarrollar hábitos alimenticios adecuados.
En Chile, el 40% de los alumnos de 8ºbásico está excedido de peso. Según el Ministerio de Salud, tres de cada diez niños en Chile padecen obesidad. Estas cifras son alarmantes: los niños están presentando enfermedades como diabetes tipo 2, presión y colesterol alto, resistencia a la insulina, entre otras, las cuales hace algunos años eran propias de un adulto.
Junto con lo anterior, han aparecido mayor cantidad de casos de depresión y aislamiento como consecuencias sociales del sobrepeso y la obesidad.
Los padres, profesores y cuidadores están en el centro de este fenómeno, ya que ellos pueden ayudarlos a desarrollar hábitos alimenticios saludables y a mantenerse físicamente activos. Todo esto debe llevarse a cabo desde que nacen para evitar sobrepeso a largo (y corto) plazo.
Factores que favorecen la obesidad infantil
Detrás de esta tendencia de sobrepeso infantil está la escasa actividad física y una alimentación desequilibrada. Especialmente en este tiempo de pandemia, los niños y niñas usan gran parte del día en ver televisión o jugar en el computador.
Menos del 1% de la obesidad en adultos y niños es debido a una enfermedad. Las razones principales se tratan de un desbalance entre la ingesta de calorías y el gasto energético de niños y niñas.
Además, los embarazos con sobrepeso y obesidad aumentan la diabetes gestacional, lo que provoca niños que nacen pesando más de los que deberían. Esto representa un mayor riesgo de desarrollar obesidad durante los primeros años de vida.
Otros factores que aumentan la posibilidad de obesidad infantil son los siguientes:
- Dar papillas azucaradas y galletas en el primer año de vida. En el mismo sentido, comer cereales azucarados al desayuno de manera habitual.
- Excesivo aporte de proteínas en la dieta diaria.
- Hacer que el bebé o niño coma, ignorando los signos de saciedad. Los bebés cuando ya se alimentaron lo suficiente suelen girar la cara, cerrar la boca, decir que ‘no’ con la cabeza, llorar o alegar. También, darle porciones excesivas de comida y esperar a que se acabe el plato
- Exceso de tiempo frente a pantallas, ya que incentiva el sedentarismo.
- Comer seguido fuera de casa, ya que se suelen elegir pocas verduras y frutas, bebida y postre azucarados.
- Consumo habitual de batidos azucarados o chocolatados, zumos y refrescos de tipo deportivo.
- Consumo frecuente de snacks y aperitivos salados (papas fritas, gomitas y barritas de cereal).
- Dormir menos horas de lo aconsejado.
- Comer muy rápido, sin masticar o mirando pantallas.
- Comer por aburrimiento, especialmente en fin de semana y festividades.
Consejos para los padres
Manteniendo como base lo anterior, hay ciertas prácticas y hábitos que los padres pueden realizar y promover desde que nacen para evitar la obesidad infantil:
- Lactancia materna prolongada (2-3 primeros años), no solo los seis primeros meses de vida. El destete precoz promueve una alimentación poco saludable.
- Al iniciar la alimentación complementaria a los seis meses de edad es importante no agregar sal ni azúcar, incorporar verduras y distintos tipos de carnes. Mantener las primeras comidas más sanas.
- Comer en familia, dar un tiempo adecuado y dar el ejemplo comiendo saludablemente por parte de todo el entorno del niño. Al menos una comida diaria en familia protege también de trastornos alimentarios. Es un buen momento de instancia familiar.
- Nunca comer frente a una pantalla. En esta misma línea, limitar la exposición a las pantallas en general. Los menores de 2 años no deben mirar televisión.
- Consumir más frutas y verduras, mínimo cinco al día.
- Tener comida saludable disponible y al alcance en el hogar y a la vista. Prepararlas con anticipación para promover su comida (zanahorias cortadas, frutos secos, frutas que les gusten, etc).
- Ofrecer porciones adecuadas a la edad, tamaño y gasto energético del niño. Los platos de los niños deben ser más pequeños que los de los adultos.
- Respetar la saciedad de los niños: aunque sean pequeños, ellos saben cuánta comida necesitan.
- Organizar y programar los menús de la semana con anticipación, obtener los alimentos con tiempo. La improvisación puede generar que haya más comida precocinada y productos envasados poco saludables.
- Aumentar la actividad física diaria: si es posible, ir y/o volver del colegio caminando o en bicicleta, pasear, ir a la plaza o parque, jugar en el exterior, realizar paseos al aire libre durante el fin de semana e incentivar que se inscriba en actividades deportivas extraprogramáticas.
- No tener una dieta restrictiva: la alimentación debe ser equilibrada y suficiente, se deben comer todas las comidas del día.
- Evitar que los cuidadores del menor hagan dieta estricta frecuente, que critiquen los aspectos físicos de los demás y que nunca estén conformes con su peso. Los niños escuchan todo, los padres deben ser un ejemplo de alimentación saludable.
- Motivar a toda la familia a beber mucha agua.
- Garantizar horas de sueño adecuadas. No dormir lo suficiente se asocia con la obesidad ya que el sueño inadecuado hace comer más y estar menos activos.
Se debe llevar a los infantes a los controles de manera regular, para saber si su ritmo de crecimiento en peso y talla es adecuado. Es mucho más efectivo prevenir antes de que sea obeso, por lo que si se nota un ritmo de crecimiento alterado, un especialista puede intervenir.
Si el niño ya es obeso, un experto le podría indicar un tratamiento para su caso, que incluya nutrición, actividad física y manejo conductual de hábitos alimentarios.