La Educadora de Párvulos Carolina Pérez Stephens ha dedicado parte de su vida a educar a madres y padres sobre el daño que producen las pantallas en el desarrollo integral de nuestros niños y niñas. En este artículo nos permitió reproducir parte de una charla para padres que dio en el Colegio Dunalastair.
Para Carolina Pérez Stephens, el hecho de que los pre-escolares estén expuestos a todo tipo de pantallas desde que son pequeños es el peor error que estamos cometiendo actualmente como país. Ella señala que: “las investigaciones en neurociencias exponen que las pantallas interactivas producen una cantidad anormal de dopamina, lo que finalmente provoca fallas en el cerebro de los niños”.
“Es por esa razón que los niños no se concentran, tienen cambios bruscos de humor, se vuelven agresivos y desafiantes, y sufren preocupantes cambios en la presión sanguínea y en el nivel de azúcar en la sangre. Nuestros niños tendrán serias dificultades de comprensión en el futuro y además, esta sobredosis de dopamina daña la ínsula, esa pequeña zona del cerebro que desarrolla la empatía y la compasión”.
“Los padres le tienen terror a que los niños se aburran, y la verdad es que los niños necesitan tiempo de ocio y reflexión, donde se conocen a sí mismos. Hoy día los niños no saben manejar su aburrimiento porque los estamos llenando de placer. Lo ideal es que nuestros niños jueguen con piedras, con legos. Si les gusta la robótica que se compren los kit donde puedan armar su robot y los programen. Pero hoy a nuestros cabros de 10 años no les da el mate para hacerlo, porque somos el país número 1 en niños que consumen redes sociales y videojuegos”.
Para la experta y activista en contra de las pantallas a temprana edad, las cifras de adicción, sobreexposición y agresión que está provocando la tecnología a disposición de personas aún sin criterio formado y capacidad de autorregulación, ocasionará que “en poco tiempo los niños estarán sometidos a medicamentos, terapias psiquiátricas, internaciones por adicción, envueltos en episodios de crisis y síndrome de abstinencia recurrente. Y nosotros tendremos hijos pequeños y adolescentes fuera de control”.
Frente a este escenario, la educadora propone padres agrupados, comprometidos y que se transformen en activistas de una infancia y adolescencia responsable de sus hijos. Para que estas generaciones y las venideras, sean un real aporte a esta sociedad.
Pérez señala que entre los diez meses y los diez años “los padres se juegan el mundial de fútbol de la inteligencia de sus hijos. Aquí los niños pueden aprender de todo. Luego la capacidad de aprender cosas nuevas va bajando cada vez más. A los 25 años el cerebro dice yo ya maduré, es hora de que las neuronas empiecen a morir. Es en la edad temprana, que los niños tienen que aprender idiomas, instrumentos, y a trabajar en equipo”.
Una luz al final del túnel
“Mi experiencia clínica es que desde pre kínder hasta tercero básico, si a los niños les sacas todas las pantallas de un minuto a otro, no van a decir ni pío y se van a ir a jugar al patio. De 4º a 6º básico, el umbral del placer está más seteado por lo tanto si tú quitas todo, van a decir ‘estoy aburrido, eres la peor mamá, no me gusta esta casa’, etc. Sin embargo, si la decisión es sacar las pantallas de una, después de dos o tres meses el cerebro del niño se resetea”.
Las familias de hoy en día tienen grandes misiones y desafíos. Los padres deben buscar estrategias para poder criar a sus hijos en el lugar indicado y el entorno adecuado, para que sigan sembrando sueños, tomen las decisiones correctas y se enfrenten a ese futuro aún incierto, con las herramientas precisas.
Los niños requerirán entonces de mayor atención y tiempo, de espacios de aburrimiento, ocio y de instancias honestas para poder expresar sus emociones. Necesitan sorprenderse con nuevos paisajes, admirar personajes de obras teatrales y libros, disfrutar de la música y de los colores de una muestra de arte, la adrenalina de subir cerros, trepar árboles, conocer gente, jugar con otros niños. Correr, saltar, bailar, cantar, y en definitiva disfrutar la vida. Permitir que esos espacios se abran camino en la vida de niños y jóvenes, es sin lugar a dudas, el mejor legado para ellos y las familias que construirán a futuro, en una sociedad que aún no sabemos cómo los recibirá y sostendrá.