El apego es un tema importante de la crianza que todos queremos desarrollar de la mejor manera, pero que a veces puede ser difícil de comprender o dominar. La psicóloga clínica, terapeuta familiar y terapeuta de juego, Catalina M. Camus S., nos describe los diferentes tipos de apego existentes según la calidad de la relación del cuidador principal con su hijo, y qué consecuencias puede tener para el niño en el futuro.
Cuando hablamos de apego, nos referimos a una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos individuos por medio de sus interacciones recíprocas, y cuyo objetivo inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza, ya que esto proporciona seguridad.
En la relación de apego madre-hijo/padre-hijo, debemos fijarnos si es que hay alguna interacción entre los padres y el niño. Luego, es importante ver la variedad y la calidad de esa interacción, es decir, qué tanto interactúan entre ellos y cómo interactúan. Lo importante es que la figura de apego sea capaz de dar respuesta a las necesidades del niño.
Según la existencia o no de interacción, y la variedad y calidad de esta, podemos clasificar las relaciones de apego en los siguientes tipos:
Apego seguro
Para que el niño desarrolle un apego seguro debe tener una madre o padre (llamémosles a éstos “figura de apego”) que sea sensible y responsable ante sus necesidades.
Cuando hablamos de una figura de apego sensible nos referimos al poder entender las señales que da el niño, comprender qué es lo que quiere y necesita. Cuando hablamos de una figura de apego responsable nos referimos a poder dar una respuesta ante estas señales o necesidades.
Al tener una figura de apego con base segura, el niño se atreve a explorar y conocer el mundo sin problemas. Son niños que, por lo general, no tienen dificultades para relacionarse con el resto y se sienten seguros cuando su figura de apego está cerca de ellos, pero no tienen la necesidad de estar constantemente a su lado.
Apego evitativo
Los niños que desarrollan un apego evitativo, por lo general, tienen figuras de apego que en ocasiones son sensibles y en otras no, es decir, no siempre captan las necesidades del niño y tampoco no son responsables ante éstas. Son figuras de apego más frías y distantes.
Los niños con apego evitativo son niños que no lloran, que suprimen las emociones de miedo y de ansiedad. Comúnmente se comportan de forma competitiva, intentando demostrar que son los mejores en lo que están haciendo, o que son autosuficientes, mostrándose excesivamente autónomos.
Apego ambivalente
Cuando hablamos de un niño con apego ambivalente, por lo general tiene una figura de apego muy impredecible. Los niños ambivalentes tienden a ser más ansiosos, a llorar mucho e intentan “obligar” al otro a estar cerca de ellos, pueden incluso tener temor a ser abandonados.
Apego desorganizado
Por último, los niños que desarrollan un apego desorganizado, por lo general tienen una figura de apego errática, que no es sensible ni responsable ante las necesidades del niño. Estamos hablando de figuras de apego que incluso pueden llegar a ser maltratadoras y negligentes. Por lo general, son niños que viven atemorizados y que se ven a ellos mismos como víctimas.
Los niños que desarrollan un apego seguro probablemente tendrán más facilidades para relacionarse con el resto, ya que han sido comprendidos y abastecidos en sus necesidades, lo que les permite comprender el comportamiento de los otros, lo que piensan y lo que sienten.
Las ideas expresadas en este texto son en base a lo aprendido en:
Máster: Diagnóstico de apego, intervención y aplicaciones clínicas, realizado por la profesora Grazia Attili, septiembre – noviembre de 2019, Escuela de Psicoterapia Mara Selvini Palazzoli, Milán, Italia.
Catalina María Camus Soruco. Psicóloga Clínica, Pontificia Universidad Católica, Santiago, Chile – Terapeuta Familiar, Scuola di Psicoterapia Mara Selvini Palazzoli, Milán, Italia – Terapeuta de Juego, Centro Metáfora, Santiago, Chile.