Mes del prematuro: una mirada de amor, cuidado y esperanza

Nov 4, 2025

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Noviembre, mes del prematuro

Cada año, en el mes de noviembre, se conmemora en todo el mundo el mes del bebé prematuro, una fecha dedicada a crear conciencia sobre los desafíos que enfrentan los niños que nacen antes de tiempo y sus familias. Esta instancia busca no solo informar, sino también sensibilizar a la sociedad respecto a la importancia de los cuidados especiales, el acompañamiento emocional y la prevención de los partos prematuros.

El 17 de noviembre se celebra el día mundial del prematuro, una fecha impulsada por la organización mundial de la salud (oms) y unicef, que reúne a profesionales de la salud, instituciones, padres y comunidades en distintas actividades de difusión, charlas y campañas solidarias. En  Chile, muchos hospitales, jardines infantiles y fundaciones se suman a esta conmemoración vistiendo de color morado, iluminando edificios y compartiendo historias de vida que reflejan la fuerza de estos pequeños guerreros.

El objetivo principal de este mes es dar visibilidad a la prematuridad como un tema de salud pública, ya que, según datos de la oms, cada año nacen más de 15 millones de bebés prematuros en el mundo, y en américa latina esta cifra supera el 8% de los nacimientos. Detrás de cada uno de ellos existe una historia de lucha, amor y resiliencia que merece ser contada.

Conmemorar el mes del prematuro también significa reconocer el trabajo de los equipos médicos, la dedicación de las familias y los avances científicos que permiten que cada vez más niños nacidos antes de tiempo logren sobrevivir y desarrollarse plenamente. Es una oportunidad para mirar con esperanza, promover una cultura de cuidado y recordar que cada día cuenta en la vida de un bebé prematuro.

¿Qué significa ser prematuro?

Se considera bebé prematuro a todo niño o niña que nace antes de completar las 37 semanas de gestación. Estos bebés llegan al mundo antes de que sus órganos y sistemas estén completamente desarrollados, por lo que requieren cuidados especiales para asegurar su supervivencia y bienestar.

Dependiendo del momento en que ocurre el nacimiento, la prematurez se clasifica en distintos grados. Los prematuros tardíos nacen entre las 34 y 36 semanas; los moderados, entre las 32 y 33 semanas; y los extremos, antes de las 28 semanas. Cuanto menor es la edad gestacional, mayores son los riesgos y las necesidades de apoyo médico.

Los bebés prematuros suelen presentar características físicas particulares: piel muy delgada y traslúcida, bajo peso al nacer (menos de 2.500 gramos), dificultad para mantener la temperatura corporal, y un tono muscular más débil. Además, su sistema respiratorio, digestivo e inmunológico aún está en desarrollo, lo que los hace más vulnerables a infecciones y complicaciones.

A pesar de estas dificultades, la ciencia y la medicina han avanzado notablemente en las últimas décadas, permitiendo que cada vez más bebés prematuros sobrevivan y crezcan sanos. Las unidades de cuidados intensivos neonatales, junto con el trabajo de médicos, enfermeras y terapeutas, desempeñan un papel clave en este proceso.

Ser un bebé prematuro también significa ser un símbolo de lucha y esperanza. Cada pequeño avance —una respiración estable, una succión lograda, un gramo ganado— representa un triunfo. Detrás de cada uno de estos logros hay un equipo médico comprometido y una familia que acompaña con amor y paciencia cada paso del camino.

Los desafíos iniciales: vida en la unidad de neonatología

Cuando un bebé nace antes de tiempo, su primera casa no suele ser la habitación familiar, sino la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN). Allí comienza una etapa decisiva, donde la tecnología, la ciencia y el amor se unen para darle a ese pequeño la oportunidad de crecer y fortalecerse.

La vida en neonatología está llena de sonidos característicos: el pitido constante de los monitores, el suave zumbido de las incubadoras y las voces atentas del personal médico. Cada máquina cumple una función vital. Las incubadoras ayudan a mantener la temperatura corporal; los monitores cardíacos y respiratorios permiten vigilar los signos vitales; y los equipos de oxígeno apoyan la función pulmonar cuando el bebé aún no puede hacerlo por sí solo.

Durante esta etapa, los bebés prematuros son atendidos por un equipo multidisciplinario compuesto por neonatólogos, enfermeras especializadas, kinesiólogos, fonoaudiólogos y nutricionistas, quienes acompañan cada avance con rigurosidad y cuidado. Sin embargo, más allá del aspecto médico, lo que marca la diferencia es el vínculo afectivo entre el bebé y sus padres.

En muchos hospitales se promueve el método canguro, que consiste en el contacto piel con piel entre el bebé y la madre o el padre. Esta práctica no solo fortalece el lazo emocional, sino que también regula la temperatura corporal, mejora la respiración y estabiliza el ritmo cardíaco del recién nacido. Es un momento de conexión profunda que brinda seguridad y calma, tanto al bebé como a sus padres.

La permanencia en la UCIN puede extenderse por días o incluso meses, dependiendo del grado de prematurez. Cada pequeño progreso —abrir los ojos, mantener el calor, succionar sin ayuda— se celebra como un gran logro. Y aunque la experiencia puede ser emocionalmente desafiante, también es una oportunidad para los padres de aprender, fortalecerse y participar activamente en los cuidados de su hijo.

La unidad de neonatología es, en definitiva, un lugar donde la fragilidad y la fortaleza conviven. Allí, cada minuto cuenta, cada gesto tiene un sentido, y cada bebé demuestra que, aunque haya llegado antes de lo esperado, tiene una inmensa capacidad para luchar por la vida.

El papel de los padres: amor, vínculo y fortaleza

El nacimiento de un bebé prematuro cambia por completo la experiencia de la maternidad y la paternidad. En lugar de los primeros días en casa, las familias se enfrentan a un entorno hospitalario lleno de aparatos, rutinas médicas y tiempos de espera. Sin embargo, en medio de ese escenario de incertidumbre, el amor y la presencia de los padres se convierten en una fuerza fundamental para el desarrollo del bebé.

Los padres de un prematuro viven emociones intensas: miedo, ansiedad, culpa y esperanza. No siempre es fácil ver a su hijo conectado a máquinas o dentro de una incubadora, pero su cercanía es vital. Numerosos estudios han demostrado que el contacto y la voz de los padres ayudan a reducir el estrés del recién nacido, estabilizar su ritmo cardíaco y mejorar su crecimiento. Incluso cuando el bebé aún no puede ser sostenido, escuchar a su madre o su padre le brinda seguridad y calma.

El vínculo afectivo temprano es uno de los pilares más importantes en el desarrollo del niño. Por eso, los equipos de salud promueven cada vez más la participación activa de las familias dentro de las unidades de neonatología. Acciones simples, como hablarle al bebé, acariciar su manito a través de la incubadora o practicar el método canguro, fortalecen la conexión emocional y favorecen el apego.

A medida que el bebé avanza en su recuperación, los padres aprenden a ser parte del cuidado: observan cómo alimentarlo, cómo mantener su temperatura, cómo interpretar sus señales. Este proceso no solo les da confianza, sino que también los prepara para el momento del alta, cuando deberán continuar con esos cuidados en casa.

Ser padre o madre de un prematuro implica una mezcla de temor, valentía y amor incondicional. Cada pequeño logro del bebé —una respiración sin ayuda, un aumento de peso, una sonrisa— se celebra como una victoria compartida. Es un camino que enseña paciencia, resiliencia y una nueva forma de valorar la vida.

En definitiva, los padres son parte esencial del tratamiento. Su presencia constante, su voz, su calor y su ternura son tan importantes como cualquier intervención médica. En los brazos de sus padres, los bebés prematuros encuentran no solo consuelo, sino también la fuerza para seguir creciendo y superando cada desafío.

Lactancia materna en prematuros: un acto de vida

La lactancia materna es uno de los pilares más importantes en el desarrollo y recuperación de los bebés prematuros. Su leche no solo es alimento: es medicina, protección y vínculo. Cada gota de leche materna contiene nutrientes, anticuerpos y factores de crecimiento esenciales que ayudan al bebé a madurar y fortalecerse.

Los prematuros, por su inmadurez intestinal e inmunológica, son más vulnerables a infecciones y complicaciones digestivas. La leche materna actúa como una barrera natural, protegiéndolos de enfermedades y favoreciendo el desarrollo del sistema digestivo. Además, mejora la tolerancia alimentaria y reduce significativamente el riesgo de enterocolitis necrosante, una de las complicaciones más graves en estos bebés.

En muchos casos, la madre no puede amamantar directamente desde el primer momento, ya que el bebé aún no tiene la fuerza ni la coordinación necesaria para succionar. Sin embargo, su cuerpo se adapta: produce una leche especial, llamada calostro y luego leche de madre de prematuro, con una concentración más alta de proteínas, grasas y defensas que la leche destinada a un recién nacido a término. Por eso, incluso cuando la lactancia directa no es posible, la extracción y conservación de la leche materna es fundamental.

Los hospitales que cuentan con unidades neonatales suelen ofrecer apoyo mediante consultoras de lactancia o bancos de leche humana, donde se enseña a las madres técnicas adecuadas de extracción, almacenamiento y traslado de la leche. Estas acciones permiten que el bebé reciba el alimento más adecuado, incluso mientras permanece en incubadora o conectado a sondas.

Más allá de los beneficios nutricionales, la lactancia materna tiene un profundo impacto emocional. El contacto piel con piel y la experiencia de alimentar al hijo fortalecen el vínculo afectivo, reducen el estrés de la madre y promueven un desarrollo emocional más seguro en el bebé. Cada toma, cada contacto visual, cada caricia son gestos que ayudan a sanar y a construir una conexión única.

Amamantar a un bebé prematuro requiere paciencia, perseverancia y apoyo. Es un proceso que puede avanzar lentamente, pero cada intento cuenta. Detrás de cada madre que se sienta junto a la incubadora con un extractor en la mano, hay una historia de entrega y esperanza. Y en cada bebé que logra alimentarse por sí mismo, hay un testimonio de fuerza y superación.

En definitiva, la leche materna no solo nutre el cuerpo, sino también el alma. Es un acto de amor que une, sana y da vida.

Cuidados después del alta: un camino de atención continua

El alta médica de un bebé prematuro es uno de los momentos más esperados por las familias. Representa el fin de una etapa difícil y el comienzo de una nueva: la vida en casa. Sin embargo, aunque el bebé ya ha superado los riesgos más urgentes, su desarrollo aún requiere atención constante, controles médicos regulares y un entorno de cuidado especial.

Al llegar al hogar, los padres deben continuar aplicando muchas de las rutinas aprendidas en la unidad neonatal. Mantener una temperatura ambiental adecuada, respetar los horarios de alimentación y vigilar los signos de fatiga o dificultad respiratoria son aspectos esenciales. Los bebés prematuros suelen tener un sistema inmunológico inmaduro, por lo que se recomienda limitar las visitas, evitar lugares cerrados y asegurar una correcta higiene de manos antes de cualquier contacto.

Durante los primeros meses, el seguimiento médico es fundamental. Los controles pediátricos y neonatales permiten monitorear el crecimiento, el peso, la alimentación y el desarrollo neurológico del niño. También es habitual que el bebé reciba atención de especialistas, como kinesiólogos, fonoaudiólogos u oftalmólogos, dependiendo de sus necesidades particulares. Estos profesionales ayudan a detectar y tratar de manera temprana cualquier alteración en el desarrollo motor, auditivo o visual.

La estimulación temprana cumple un papel clave en esta etapa. A través de juegos, caricias, sonidos y movimientos suaves, los padres pueden contribuir a fortalecer los sentidos, la motricidad y el vínculo emocional del bebé. Es importante que estas actividades se realicen con calma, respetando el ritmo individual de cada niño y siguiendo las indicaciones de los profesionales de salud.

En el aspecto emocional, el regreso a casa puede despertar temores en los padres. Después de semanas o meses de hospitalización, asumir la responsabilidad total del cuidado puede generar inseguridad. Por eso, es fundamental contar con redes de apoyo familiar y orientación profesional, que brinden contención y acompañamiento. Los grupos de padres de prematuros y las fundaciones especializadas son un gran recurso para compartir experiencias y resolver dudas.

Finalmente, los cuidados después del alta no solo buscan mantener la salud del bebé, sino también promover su desarrollo integral y fortalecer la confianza de los padres. Cada avance, cada sonrisa y cada nuevo logro son señales de crecimiento y esperanza. Con amor, atención y paciencia, los bebés prematuros pueden alcanzar los mismos hitos que cualquier otro niño, demostrando que la vida, incluso cuando empieza antes de lo esperado, puede florecer con fuerza y plenitud.

Cada día cuenta

El mes del prematuro nos invita a reflexionar sobre el valor de la vida desde sus primeros instantes. Cada bebé que llega antes de tiempo representa una historia de coraje, de avances médicos, de esfuerzo familiar y de amor incondicional. Detrás de cada pequeño hay un equipo que acompaña, una madre que no se rinde y un entorno que aprende a valorar los progresos que otros quizás dan por sentados.

La prematurez no solo es un desafío médico, sino también una experiencia humana profundamente transformadora. Enseña la importancia de la empatía, de la paciencia y de la esperanza. Nos recuerda que cada minuto puede marcar la diferencia y que el cuidado temprano es una inversión en el futuro de una vida que recién comienza.

A través de la conmemoración de este mes, se busca seguir creando conciencia, apoyar la investigación, mejorar los sistemas de salud y, sobre todo, acompañar a las familias que viven esta realidad. La sociedad entera tiene un rol en esta tarea: educar, empatizar y generar entornos que favorezcan el desarrollo de los bebés que nacen antes de tiempo.

Cada día, cada respiración, cada pequeño avance de un bebé prematuro es un triunfo. Por eso, noviembre no es solo un mes de conmemoración, sino una oportunidad para celebrar la vida y reafirmar el compromiso con todos los niños y niñas que comenzaron su historia luchando desde el primer día. Porque en la vida de un prematuro, realmente, cada día cuenta.

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