¿Debes preocuparte por tu fertilidad a los 35?

Oct 16, 2025

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En Chile, la forma en que planificamos la maternidad ha cambiado profundamente en las últimas décadas. Actualmente, muchas mujeres postergan la decisión de ser madres por diversos motivos. Pero lo que para muchas parece solo una cuestión de tiempo o prioridades, tiene también un trasfondo biológico clave: la fertilidad femenina no es infinita, y a partir de los 35 años comienzan cambios que pueden afectar tanto la capacidad de concebir como los riesgos asociados al embarazo.

En este contexto, la preservación de fertilidad surge como una alternativa que ofrece opciones reales para aquellas mujeres que desean posponer la maternidad sin cerrar la puerta a ser madres en el futuro.

Este artículo te guiará a través de cómo funciona la preservación de fertilidad, qué cambios biológicos ocurren con la edad, cuándo y por qué consultar, señales de alerta, exámenes clave, así como consejos prácticos para cuidar tu fertilidad después de los 35. El objetivo es que tengas las herramientas para decidir con conocimiento, anticipación y tranquilidad.

La importancia de hablar de fertilidad después de los 35 años

Retrasar la maternidad es una decisión cada vez más común, motivada tanto por razones personales, profesionales como sociales. Pero existe una realidad biológica que es clave entender: la capacidad reproductiva de una mujer no se mantiene igual con el paso del tiempo. Desde aproximadamente los 30 años comienza una disminución gradual en la cantidad y calidad de óvulos, que se acelera a medida que se acerca o se supera la barrera de los 35. Esta caída puede afectar las posibilidades de embarazo natural, aumentar los riesgos de aborto espontáneo, anomalías cromosómicas y otros problemas reproductivos.

En Chile, como en muchas otras partes del mundo, las mujeres se enfrentan al dilema de equilibrar carrera, estudios, pareja, estabilidad económica u otros compromisos, con la decisión de tener hijos. Por lo tanto, informarse sobre las opciones de preservación de fertilidad —y saber cuándo es aconsejable consultar con un especialista— se vuelve fundamental para hacer elecciones más informadas y no dejar esta posibilidad para cuando las probabilidades biológicas sean muy bajas.

¿Qué es la preservación de fertilidad y cómo funciona?

Preservación de fertilidad es el conjunto de técnicas médicas cuyo fin es guardar capacidad reproductiva para usarla en el futuro. En mujeres, esto suele implicar conservar óvulos maduros, tejido ovárico, o en algunos casos embriones, de modo que si con el tiempo disminuye la reserva ovárica o se presentan condiciones que impidan concebir naturalmente, haya una alternativa.

Principios básicos

  • Respaldo biológico de óvulos: se recogen óvulos maduros tras estimular los ovarios con hormonas. Estos óvulos se congelan (criopreservación), usualmente mediante vitrificación, un método que permite almacenarlos en condiciones que minimizan daño. Con esto, cuando la mujer decida tener hijos, esos óvulos pueden descongelarse y utilizarse en tratamientos de reproducción asistida.
  • Técnica de tejido ovárico: para ciertos casos en los que no se puede hacer estimulación ovárica (por ejemplo, tratamientos oncológicos urgentes), se extrae tejido ovárico y se criopreserva para uso futuro. Este tejido puede trasplantarse más adelante para restablecer parcialmente la función ovárica.

¿Cómo funciona el proceso? (en líneas generales)

  1. Evaluación previa: Se revisa el estado de salud general, la reserva ovárica, y se identifican factores de riesgo que puedan afectar la fertilidad en el futuro. Esto puede incluir exámenes hormonales, ecografías, historial reproductivo.
  2. Estimulación ovárica: Se administran medicamentos hormonales que inducen al ovario a producir varios folículos (en lugar de uno solo como en un ciclo natural), para obtener varios óvulos maduros.
  3. Monitoreo: Durante esta estimulación se hacen controles (ecográficos, hormonales) para asegurar que el desarrollo folicular y los niveles hormonales sean adecuados, y para determinar el momento óptimo para recuperar los óvulos.
  4. Obtención de óvulos (punción folicular): En el momento apropiado, se extraen los óvulos mediante un procedimiento ambulatorio, usualmente bajo sedación.
  5. Criopreservación: Los óvulos maduros se congelan mediante técnicas como la vitrificación, que permite mantener su viabilidad con daño mínimo. Si es tejido ovárico, se prepara y congela de manera especial.
  6. Almacenamiento hasta su uso: Los óvulos (o tejido ovárico) se conservan en condiciones controladas durante el tiempo que la mujer lo decida, hasta que decida emplearlos para intentar un embarazo mediante tratamientos de reproducción asistida.
  7. Uso futuro: Cuando la mujer decide usar los óvulos ovárico preservados, éstos se descongelan, se fecundan (si es necesario) y se implantan los embriones, o se vuelve a trasplantar tejido ovárico, dependiendo de la técnica usada.

Lo que se debe tener en cuenta

  • No todas las mujeres tienen la misma respuesta al tratamiento: la edad, la reserva ovárica, la salud general y otros factores individuales influyen muchísimo.
  • Aunque congelar óvulos ofrece una “segunda oportunidad”, no garantiza embarazo exitoso, especialmente si es después de muchos años.
  • Es mejor considerar la preservación antes de los 35 años si se planea postergar la maternidad, ya que la eficiencia del procedimiento decrece con la edad. Esto no significa que no pueda hacerse después, pero las probabilidades, los costos y los riesgos aumentan.

¿Por qué la edad es un factor clave en la fertilidad femenina?

La edad es uno de los factores más determinantes en la capacidad reproductiva de la mujer. A partir de los 35 años empiezan a notarse cambios biológicos, cuantitativos y cualitativos, tanto en la reserva de óvulos como en la probabilidad de lograr embarazo y llevarlo a término. A continuación, se explican las principales razones:

Disminución de la reserva ovárica

  • Reserva ovárica se refiere al número de folículos u óvulos que quedan en los ovarios. Las mujeres nacen con un número limitado de óvulos (ovogonias), y este número disminuye continuamente a medida que envejecen.
  • Antes de los 30 años la reducción es más lenta, pero alrededor de los 35 comienza a acelerarse. Por ejemplo, los modelos demuestran que para los 30 años ya se ha perdido una proporción considerable de la reserva máxima, y a los 40 años la fracción restante es mucho menor.
  • No solo la cantidad decrece, sino también la calidad de los óvulos. Esto significa que los óvulos tienen mayor probabilidad de tener anomalías cromosómicas, lo que puede implicar abortos espontáneos, defectos genéticos o dificultades de implantación.

Cambios hormonales y función ovárica

  • Con la edad, los ovarios responden menos a los estímulos hormonales que se utilizan para inducir ovulación o producir múltiples folículos en tratamientos de fertilidad. Esto hace que algunas mujeres mayores de 35 necesiten dosis más altas o más tiempo de estimulación, y aún así obtener menos óvulos maduros.
  • Los niveles de hormonas como la hormona foliculoestimulante (FSH), el estradiol, y la hormona antimülleriana (AMH) cambian con la edad, reflejando esa menor reserva y menor potencial reproductivo. Por ejemplo, AMH disminuye progresivamente con los años.

El punto de inflexión: los 35 años

  • Aunque la fertilidad empieza a disminuir gradualmente desde los 30, alrededor de los 35 años se considera un punto crítico (“punto de inflexión”) donde esa disminución se vuelve más rápida y los riesgos reproductivos se incrementan de forma más marcada.
  • Estudios han mostrado que para las mujeres de 40 años, la probabilidad de embarazo en un año sin intervención desciende significativamente comparada con las mujeres más jóvenes.

Otros factores que interactúan con la edad

  • Historial reproductivo: si ya existen abortos previos, fallos de fertilidad, o enfermedades como endometriosis, estos problemas se agravan con la edad.
  • Salud general: obesidad, hábitos de vida como fumar, consumo excesivo de alcohol, estrés oxidativo, contaminación ambiental, etc., pueden acelerar el envejecimiento ovárico o dañar los óvulos.
  • Factores genéticos: antecedentes familiares de menopausia precoz o de baja reserva ovárica pueden hacer que la capacidad reproductiva decaiga más rápido que el promedio.
  • Tratamientos previos: cirugías ováricas, quimioterapia, radioterapia, enfermedades crónicas que afecten los ovarios o el sistema hormonal.

Señales de alerta: ¿Cuándo debería una mujer mayor de 35 consultar por fertilidad?

A los 35 años o más, el reloj biológico ya no es un dato remoto; es una realidad que exige prestar atención activa a señales que muchas veces se pasan por alto, pero que pueden indicar que la fertilidad está en riesgo. Una de las alertas más claras es el tiempo de intentos: si una mujer de más de 35 años lleva seis meses manteniendo relaciones sexuales regulares sin protección y no logra quedar embarazada, conviene consultar a un especialista, ya que el éxito de los tratamientos tiende a disminuir cuanto más se retrasa esta evaluación.

Además, las irregularidades en el ciclo menstrual funcionan como señales tempranas de que algo no marcha bien en la ovulación. Por ejemplo, ciclos que cambian mucho de duración, que se extienden más allá de 35 días, que se hacen muy cortos (menos de 21-25 días), o incluso la presencia de amenorrea (ausencia de la menstruación durante varios meses) pueden sugerir que los ovarios no están liberando óvulos de forma regular. También se debe prestar atención a menstruaciones que resultan más dolorosas de lo habitual o a sangrados muy abundantes o irregulares, síntomas que podrían estar ligados a problemas como la endometriosis, miomas uterinos u otras condiciones que afectan la salud reproductiva.

No hay que olvidar los antecedentes ginecológicos: si la mujer ha tenido enfermedades inflamatorias pélvicas, infecciones de transmisión sexual, cirugías en la pelvis o abdomen que puedan haber causado adherencias, abortos espontáneos repetidos o incluso embarazo ectópico, esos son indicadores importantes para adelantar la consulta. Asimismo, factores de estilo de vida como un peso corporal demasiado bajo o alto, tabaquismo, exposición a toxinas, estrés crónico o hábitos poco saludables pueden agravar la disminución de la reserva ovárica o dificultar la ovulación incluso cuando no hay síntomas claros visibles.

Por último, la edad en sí misma constituye una de las señales más determinantes: una mujer mayor de 35 debe estar más alerta con cualquier anomalía reproductiva, porque la capacidad de los óvulos de generar embarazos normales —y sin complicaciones— decrece con los años. Así, aunque no haya problemas evidentes, la presencia de cualquiera de estas señales —tiempo de concepción fallido, periodos irregulares, antecedentes ginecológicos adversos o síntomas como dolor menstrual— justifica una evaluación precoz para maximizar las posibilidades de preservación de fertilidad o de tratamiento exitoso.

Consejos de especialistas: cómo cuidar tu fertilidad después de los 35

Cuidar la fertilidad después de los 35 no significa necesariamente recurrir a tratamientos invasivos desde el inicio, sino adoptar una serie de hábitos, controles y decisiones informadas que maximicen las posibilidades de preservar y usar la capacidad reproductiva de la mejor forma posible. A continuación, se presentan consejos de ginecólogos, nutricionistas y especialistas en salud reproductiva, útiles especialmente para mujeres chilenas mayores de 35.

Hábitos de vida saludables

Uno de los pilares fundamentales para conservar la fertilidad es mantener un estilo de vida saludable. Esto incluye alimentación balanceada, actividad física regular, buen descanso, evitar sustancias dañinas y controlar el peso corporal.

  • Alimentación: consumir alimentos que favorezcan la salud hormonal y ovárica. Dietas ricas en frutas, verduras, legumbres, cereal integral, proteínas de buena calidad (pescado, huevos, carnes magras) y grasas saludables, como los omega-3. En Chile, algunos artículos recomiendan enfatizar el consumo de verduras de hoja verde, frutos secos, semillas y evitar alimentos ultraprocesados y con alto contenido de azúcares refinados si lo que se busca es mejorar la fertilidad.
  • Actividad física: ejercicio regular ayuda a mantener un peso saludable, mejorar la sensibilidad a la insulina, reducir el estrés, favorecer la circulación y mejorar el equilibrio hormonal. No se trata de un entrenamiento extremo, sino de constancia, integrando práctica moderada al menos unas tres veces por semana.
  • Sueño y manejo del estrés: el sueño reparador y reducir niveles de estrés son fundamentales. Se ha observado que estrés crónico puede alterar los ciclos hormonales, afectar la ovulación y aumentar la inflamación, lo que repercute negativamente en la fertilidad.
  • Evitar hábitos nocivos: suspender el tabaco, moderar o evitar el alcohol, disminuir la exposición innecesaria a químicos o toxinas ambientales (por ejemplo plásticos, algunos pesticidas), ya que pueden dañar los óvulos o alterar hormonas.

Controles médicos preventivos y chequeos regulares

No basta con los hábitos saludables: es clave acudir con regularidad al especialista para hacer exámenes preventivos que permitan monitorizar cómo está funcionando el sistema reproductivo, identificar a tiempo posibles alteraciones y corregirlas.

  • Un chequeo ginecológico anual es muy recomendable después de los 35. Esto incluye revisión del estado general de salud —presión arterial, glicemia, perfil lipídico— para detectar enfermedades crónicas (diabetes, hipertensión, dislipidemias), que pueden complicar un embarazo o afectar la fertilidad.
  • Exámenes ginecológicos específicos: papanicolaou, evaluación de la función tiroidea, screening de enfermedades de transmisión sexual, ecografía transvaginal si hay síntomas o antecedentes.
  • Control del peso si existe sobrepeso u obesidad; bajar algunos kilos puede mejorar la ovulación, reducir complicaciones hormonales y mejorar la respuesta de los ovarios en intervenciones. Del mismo modo, corregir bajo peso extremo, pues la falta de grasa corporal puede alterar los ciclos menstruales.

Conclusión: el valor de consultar a tiempo y tomar decisiones informadas

Tomar la decisión de consultar sobre la fertilidad, especialmente después de los 35 años, no es sólo un paso médico, sino también una acción de autocuidado, empoderamiento y previsión. A esa edad, aunque aún existe margen biológico para concebir, la ventana de oportunidad se estrecha progresivamente: la reserva ovárica baja, aumenta la posibilidad de anomalías cromosómicas, y los tratamientos de reproducción asistida tienen menos probabilidades de éxito que en edades más jóvenes. Por eso, consultar a tiempo puede marcar la diferencia entre múltiples opciones disponibles o tener que enfrentar procesos más complejos, costosos, o con menor probabilidad de gestación.

Informarse correctamente es fundamental. Significa entender qué exámenes evaluar, reconocer las señales de alerta y conocer las técnicas disponibles de preservación, junto con sus límites, beneficios y costos. Una decisión informada ayuda a evitar arrepentimientos futuros, reduce la ansiedad, y permite planificar con mayor libertad, proyectando los tiempos de vida personal, laboral o familiar de acuerdo a tus propios deseos.

En definitiva, la recomendación clara es: no esperar. Si tienes 35 años o más, cualquier señal fuera de lo habitual en tus ciclos, dificultad para concebir tras seis meses de relaciones regulares sin protección, o antecedentes que puedan afectar la fertilidad, son motivos suficientes para consultar. Decidir hoy no implica tener que decidir inmediatamente un tratamiento, pero sí implica abrir posibilidades, ganar tiempo y ejercer tu derecho a planificar tu maternidad bajo condiciones más favorables. Así se protege no sólo la capacidad biológica, sino la libertad de elegir el momento que tú consideres mejor para construir tu proyecto de vida y familia.

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