Carolina Harris, psicóloga infantil (@rompiendoelmolde_crianza), nos habla de las experiencias repetitivas de conexión temprana. ¿Qué y cuáles son? ¿Por qué son importantes?
Cada vez tenemos más información sobre el desarrollo humano y sabemos que la interacción amorosa de un cuidador con su bebé es un factor protector para el desarrollo socioemocional en la niñez y en la vida adulta.
Sin embargo, es importante enfatizar que este aspecto no es el único que se beneficia de un vínculo temprano: hay otros desarrollos que también se favorecen de la conexión temprana como el desarrollo del lenguaje, el aprendizaje de habilidades como la planificación, foco y atención; esto a través de la regulación que nosotros les podemos proporcionar como adultos.
Es por eso que mientras más temprano ocurren estas interacciones, mejor, y mientras más constantes son, mejor aún.
Mientras más temprano, mejor
A veces no sabemos cómo interactuar con un bebé tan pequeño ya que es difícil comprender las señales de alguien que aún no ha desarrollado el lenguaje verbal (con un bebé en gestación parece aún más difícil).
Una primera forma acorde a este período de vida es desde los estímulos sensoriales que podemos ofrecerles, que ingresan como información desde donde pueden comenzar a conocer el mundo y, entre eso, a su mamá o a su papá.
Esta actividad sensorial inicial ingresa a través de los sentidos externos que normalmente conocemos y que se comienzan a desarrollar desde la gestación (olfato, vista, tacto, auditivo, gusto) y hacia su mundo interno (aquellos sentidos más desconocidos sobre sensaciones corporales internas que tienen relación con el equilibrio, la sensación de gravedad y el movimiento, por ejemplo).
Hoy se ha podido observar por ejemplo, que desde la séptima semana de gestación comienza a desarrollarse el tacto. Posteriormente en la semana 11 comienza a desarrollarse el olfato y el gusto, pudiendo conocer sabores y olores (que tragan desde el líquido amniótico) mucho antes de nacer.
Por lo mismo, la gestación es una tremenda oportunidad para ayudarlos a explorar desde antes ciertos sabores y olores en los alimentos o de ir interactuando con ellos al posar nuestra mano en el vientre para que puedan reaccionar al tacto.
Muchos bebés además disfrutan una vez nacidos, de ciertos movimientos que se asemejan a los que podían sentir en el vientre de su madre, como el ser mecido horizontalmente o verticalmente con cierto ritmo que les resulta familiar y predecible. En este período, también son sensibles a los estados de ánimo de la madre, del estrés, de los momentos de actividad de la capacidad de volver a la calma y de sus latidos cardíacos; lo cual puede tener alguna incidencia en sus propios procesos de regulación emocional más adelante.
Mientras más repetitivo, mejor
Mientras más pequeños somos, más flexible es nuestro cerebro para adaptarse a los cambios y aprender habilidades, y más reversibles son las huellas que experiencias difíciles pueden dejar en ellos: a esto llamamos plasticidad celular y ocurre porque desde la gestación y durante los primeros meses, muchas células nerviosas tienen que hacer conexión.
Para que esto ocurra, debemos ofrecer un ambiente enriquecido de estímulos, pero también acciones repetitivas saludables que los adultos podamos facilitar. La repetición de una determinada experiencia positiva promueve la organización de sus cerebros en la medida en que se van registrando ciertas vivencias por sobre otras: cuando algo es repetitivo, el ambiente es más predecible, el aprendizaje se consolida y el medio parece más seguro, porque es conocido y sabemos cómo actuar en él.
Es por eso que un recién nacido a los pocos días ya sabe identificar cuál es la voz de su madre: en parte la ha escuchado ya por 9 meses. Los bebés también prefieren las caras humanas conocidas por sobre cualquier otro estímulo visual. Lo mismo respecto a los sonidos.
¿Qué tipo de experiencias repetitivas de conexión podemos ir generando desde el principio?
A los bebés les encanta que nos relacionemos con ellos desde lo que pueden percibir que, como mencionaba anteriormente, ocurre a nivel sensorial. Podemos hacer que ciertas experiencias se vuelvan verdaderos rituales cariñosos, que ellos conozcan e incluso esperen en ciertos momentos del día.
– Canciones (de cuna u otras de tonalidad suave): cantarles canciones es una excelente forma de conectar con ellos. La receta para escoger una canción que se adecúe tiene que ver con entonaciones tranquilas, rítmicas y melodías repetitivas que acompañen el sonido de nuestra voz. Es sorprendente cómo un bebé pequeño se “ilumina” al escuchar una canción conocida desde la voz de su madre. Si mientras la cantamos los mecemos y miramos a los ojos, ese efecto se multiplica. Si este momento es repetido y predecible para el bebé, la posibilidad de conectar y desarrollar un vínculo se fortalece.
– Movimiento: la preferencia en cuanto a movimiento es super amplia. Existen movimientos que desde muy temprano regulan a los bebés y otros que los desregulan, por eso es importante conocer qué elementos contribuyen a un movimiento regulador y feliz. ¿Será más agradable que sea de arriba-abajo en posición vertical? ¿O prefiere de izquierda a derecha en posición horizontal? A la mayoría de los bebés les encanta mecerse en los brazos como una hamaca y es importante nunca sacudir bruscamente a un bebé pequeño.
– Táctil : al igual que el movimiento, el tacto debe ser en la medida de los gustos del pequeño. Para esto, es importante observar las conductas de un bebé respecto a la temperatura del agua al bañarlos, al aplicar una crema, al hacerles un masaje (podemos frotarnos las manos con ella si es que está muy helada, para hacer la experiencia más agradable), si le agrada con mucha o con muy poca presión. Es importante ayudarlos a anticipar nuestras caricias para que puedan sentirlas seguras y estables.
No olvidemos que desde nuestros primeros días tenemos predisposición a lo humano, y lo necesitamos para sobrevivir y aprender del mundo en el que vivimos. Es por esto que las experiencias repetitivas de conexión -humana- son tan importantes incluso desde los primeros días de vida.